22 FEBRERO 2016
|
En un día de invierno a casi cero grados pero con un ápice de sol que me daba la vida, quedé con mi amigo Jerónimo Maya y Juan José Salazar a tomar un café. Reírnos, filosofar, hablar de flamenco es nuestro menester. Llevaba el equipo de grabación pues venía de hacer un trabajo, y él, como no, iba con su guitarra al hombro. Le propuse grabar algo rápido, y el accedió con su siempre buena energía. Jerónimo, ese niño que tocaba como un viejo, un genio desde que nació, ahora con más años sigue demostrando que la guitarra guarda conocimientos infinitos, y él con su sed de aprender y con sus ansias de mejorar nos va regalando esos conocimientos, nos va dejando su legado. Le doy las gracias por esos buenos ratos que pasamos y por dejarse llevar por mi propuesta, que sin ensayo alguno, sin calentar y a casi cero grados realizó con todo su cariño. Auténtico en sus ideas, personal en sus creaciones, diferente a todos, para mí, un genio viviente.
|